Inteligencia Artificial: entre Odisea 2001 y Matrix ( primera parte)

Nada en este mundo es gratis. Desde el homo erectus en adelante, nuestro cerebro fue evolucionando mientras los esfuerzos iban dirigidos a modificar el mundo para hacerlo a nuestra medida o, mejor dicho, a la medida de nuestra comodidad. Para qué ir hasta el río a buscar agua su puedo hacer que el agua llegue hasta mí. Para qué usar los dientes incisivos para cortar si puedo fabricar algo que lo haga por mí. Para qué leer si alguien puede hacerlo por mí. Para qué pensar, si alguien puede pensar por mí. Para qué decidir, si alguien o algo, puede hacerlo por mí.

De este modo, a medida que fuimos ganando en confort -tecnología mediante-, fuimos resignando algo en contrapartida; modificando, en esa evolución, desde las uñas, los pelos, los dientes, y hasta nuestro sistema inmunológico, el ambiente que habitamos, el aire que respiramos, el alimento con el que nos nutrimos.

Cada proceso cognitivo que nos permitió alejarnos cada vez más de los ancestrales homínidos, fue dejando huellas de crecimiento en nuestro cerebro y ese proceso evolutivo hizo que cada vez fuéramos menos instintivos y más culturales. O, en otras palabras, menos animales y más humanos. Sin que esta afirmación signifique ponderar valores.

A partir de la evolución del lenguaje y sus diferentes manifestaciones -la escritura, sin dudas la más importante, aunque no la primera- se modificaron también las capacidades que conocemos como inteligencias y fuimos desarrollándolas y acrecentándolas, aunque, lamentablemente, no en forma universal y mucho menos equitativa. Justo es reconocer que, en el transcurrir de los siglos, la posibilidad de acceder a la lectoescritura -llave maestra del discernimiento- fue llegando a más personas y la democratización del conocimiento fue algo de afectación global. En mayor o menor medida, en mayor o menor escala, fue un verdadero logro de lo que podríamos mencionar como el triunfo de la civilización (entendida esta como la capacidad de desarrollo y organización de una comunidad en donde se privilegian los sistemas simbólicos de comunicación más allá de los lenguajes de señas o hablados).

La ya clásica película de Stanley Kubrick en 1968 “2001, odisea en el espacio”, nos mostraba un grupo de astronautas (una sociedad, en definitiva) dentro de una nave espacial (un territorio dentro del espacio inconmensurable) bajo el control de una computadora llamada HAL (nombrada así por ser las letras subsiguientes a IBM, marca líder del mercado de computadoras en aquel momento) y donde todo el destino de aquellos viajeros dependía total y absolutamente de las decisiones tomadas por una máquina. Ciencia ficción. Fantasía total. Un absurdo. ¿Una máquina tomando decisiones de las cuales depende el futuro de esa sociedad, en ese territorio y en ese momento determinado de la historia? ¿Una invitación a la risa por lo absurdo o un llamado a la reflexión? Pero, por si faltaba un elemento más en esta muestra de proto inteligencia artificial, es que la máquina falla y debe ser eliminada, Kubrick refirió (en 1969) “HAL sufrió una aguda crisis emocional porque no podía aceptar la evidencia de su propia falibilidad”. ¿Una máquina sufriendo crisis emocional?

Y por qué no, ¿o acaso la inteligencia emocional no es apenas un tipo más de inteligencia?

Continuará 



Autor:Luis Castillo - Médico, escritor, Subsecretario d

Fuente: CRONICAS URBANAS

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